Traducción (muy) libre del artículo «‘I Feel Pretty’ and the Rise of Beauty-Standard Denialism» de Amanda Hess para el New York Times

 

Recientemente estrenada en nuestro país y protagonizada por la comediante estadounidense Amy Schumer, la película “Sexy por accidente” está basada en una mentira piadosa: el aspecto físico es irrelevante, lo que importa es lo de adentro. La historia se centra en Renee,  una chica que siente lástima de sí misma interpretada por Schumer. El argumento es el siguiente: un día, la protagonista se golpea la cabeza en una clase de spinning y se despierta creyendo que, milagrosamente, ahora parece una supermodelo. A partir de esto, entra a un concurso de belleza, consigue un ascenso laboral y se levanta a un alto ejecutivo hasta que descubre que en realidad su aspecto no cambió para nada.  ¿La moraleja? Los beneficios que ella creía que eran producto de explotar su belleza en realidad lo fueron de su nueva confianza en sí misma.

La película, entonces, sugiere que lo único que detiene a las mujeres que no parecen modelos es la creencia de que su aspecto las condiciona. Esta actitud pone la responsabilidad de mejorar su autoestima en cada mujer en vez de criticar la existencia de estándares de belleza avalados y promovidos socialmente. La realidad es que las exigencias sobre la apariencia nunca fueron más altas. Lo que se volvió tabú es admitirlo.

Este negacionismo de los estándares de belleza está por todos lados. En las publicidades de cosméticos, el discurso de los gurús del fitness, las captions de Instagram y, cada vez más, en los decálogos del feminismo pop. En el libro de próxima publicación, “Perfect Me”, Heather Widdows, una profesora de filosofía de la Universidad de Birmingham (Inglaterra), sostiene que las presiones de delgadez, juventud y tonicidad sobre las mujeres son más fuertes que nunca. Mantener las apariencias ya no es solo un propósito superficial, también se volvió ético. Una mujer que no encaja en estos ideales es vista como una persona fracasada.

En este nuevo paradigma de la apariencia, las grandes corporaciones se sienten avaladas para alentar cínicamente a las mujeres a involucrarse en la estética y el fitness, ya no para volverse más atractivas, sino para convertirse en mejores personas. “Sexy por accidente” es prácticamente una versión extendida de esa publicidad de Dove en la que un artista de identikits ilustra las ideas distorsionadas que las mujeres tienen acerca de su apariencia bajo el slogan “sos más linda de lo que creés” (celebralo comprando nuestros productos).

El film se sitúa en un contexto de feminismo corporativo. Renee trabaja en una compañía cosmética ficticia y va ascendiendo gracias a  que su nueva confianza le permite proponer a la empresa que incluya mensajes de auto-aceptación en su estrategia de marketing (y, a partir de esto, aumentar sus ganancias, por supuesto). Mientras tanto, en el mundo real, Dove encarna la versión más edulcorada de este cuento de hadas del feminismo corporativo, pero el mecanismo se volvió una constante en la industria del “bienestar”. Programas como Weight Watchers (un reality para que gente obesa baje de peso), cambió de enfoque para ofrecer tips sobre “estilo de vida” en vez de sobre restricciones en la dieta, pero al fin y al cabo el fin (ahora implícito) es el mismo, bajar de peso.  Y SoulCycle (la clase de spinning en la que Schumer se lastima la cabeza al principio de la peli y que mete chivo a lo loco en todo el largometraje), resume perfectamente el tema del imperativo moral en la obsesión por el fitness en su slogan “con cada pedaleada, nuestra mente se aclara y podemos conectarnos con nuestra mejor versión”.

El discurso de SoulCycle está a un centímetro de la transformación física imaginaria de Renee. Según señala Widdows, el ideal de belleza es tan persuasivo que para muchas mujeres está internalizado, a tal punto que son acechadas por visiones idealizadas de sus propios cuerpos tales como fantasías acerca de cómo lucirían después de hacer una dieta extrema o hacerse alguna cirugía. El punto es que, como alcanzar la perfección es imposible, empezamos a fetichizar la búsqueda en vez del resultado pedaleando en bicicletas que no van a ninguna parte y embadurnándonos con cremas. Por eso, aún después de su epifanía sobre la auto-aceptación, Renee vuelve a SoulCycle, esta vez habiéndose tragado la versión de “lo hago por mí misma”.

“Amor ciego”, la comedia de 2001 en la que Jack Black se enamora de Gwyneth Paltrow  en un traje de gorda luego de ser hipnotizado para creer que es Gwyneth Paltrow tal como la conocemos, localizaba los estándares de belleza en la mente de tipos de mierda. “Sexy por Accidente”, en cambio, culpabiliza a las mujeres. En la realidad, el lugar de la responsabilidad es esquivo. Las redes sociales, sin embargo, sirven como una buena aproximación del panóptico. De la mano de tutoriales de maquillaje de YouTube e influencers de Instagram, el negacionismo de los estándares de belleza explotó en Internet. En una cultura cada vez más visual, todos somos voceros de nuestras propias marcas. Las redes sociales ponen aún más presión sobre la apariencia, pero también en proyectar valores políticamente correctos, como la llamada body positivity, la auto-aceptación, y la expansión del ideal de belleza para incorporar cuerpos diversos. Los actos de resistencia, como las selfies sin maquillaje de las celebridades y la elección de algunas modelos plus size como Ashley Graham para algunas campañas, funcionan como distracción respecto a la conformidad que la mayoría de los contenidos masivos presenta respecto al ideal de belleza. Modelos flaquísimas como Kendall Jenner o Bella Hadid escriben sobre como “adelgazaron sin querer” debajo de imágenes que postean ellas mismas y están (o parecen estar) editadas para hacerlas parecer aún más flacas. Se espera que las mujeres sean feministas y femeninas a la vez.

Por ejemplo, la modelo Emily Ratajkowski, que tiene 17 millones de seguidores de Instagram y hace de la “amiga diosa” de Schumer en la peli, apareció el año pasado en un video para Love Magazine usando lencería, manoplas y comiendo fideos. La revista publicó el video junto a un artículo escrito por la misma Ratjkowski, que calificó de “extraordinariamente revelador” en cuanto a su relación con el “empoderamiento femenino”. “Para mí, la sensualidad y la sexualidad femenina, sin importar cuan condicionadas estén por un ideal patriarcal, pueden ser increíblemente empoderantes para una mujer si ella siente que así lo es. Mi vida es en mis términos y si quiero ponerme lencería sexy lo hago por mí” escribió. Parte de los condicionantes del “ideal patriarcal”, sin embargo, es justamente que las mujeres se sientan empoderadas a través suyo y crean que es “en sus propios términos”. De esta forma, cada vez que criticás un requerimiento implícito para las mujeres, terminás también criticando una elección que una mujer hizo para sí misma.  ¿Y quién quiere criticar a una mujer por sus elecciones?

Lo notable del negacionismo de “Sexy por Accidente” es que está siendo promovido por la película y por sus críticos también. Cuando salió el tráiler, varias comentaristas feministas señalaron que es ridículo pensar que Amy Schumer, siendo blanca, rubia y ultrafemenina, representa algo distinto a los estándares de belleza tradicionales. Lo que este análisis implica es que como Schumer y, por ejemplo, Ratajkowski, comparten ciertos privilegios demográficos el diferencial de belleza no aplica. Sin embargo, habiendo sido criadas en esta cultura, estamos programadas para amplificar notablemente las diferencias más pequeñas en el aspecto físico de las mujeres. Y, sin embargo, se ha vuelto tabú admitir que el ideal de la sociedad es un estándar altamente específico en el que casi nadie encaja.

Por otro lado, las únicas mujeres negras en “Sexy por Accidente” (la instructora de SoulCycle Sasheer Zamata y la ejecutiva de belleza Naomi Campbell), son representantes de “las que están buenas”. Esto confronta con la realidad de que, en Hollywood, los estándares de belleza permanecen racializados. Mostrar a algunas mujeres negras como bellas es una manera de introducir pequeños cambios en la concepción del ideal de belleza sin desafiarlo realmente.

De hecho, hasta la misma Schumer negó que la película reafirme algún tipo de estereotipo corporal. “En la escena en la que me miro al espejo luego de la caída, se asume que la mujer que veo reflejada es flaca, pero lo que estoy viendo es a mí misma, percibiendo mi cuerpo como algo hermoso” declaró. No hay que rascar mucho la superficie para ver que esta afirmación es una locura: por supuesto que está convencida de que su cuerpo cambió, incluso cree que sus amigos más cercanos no la pueden reconocer. Además, todas las mujeres que representan “a las lindas” en la peli (Ratajkowski, Campbell y Michelle Williams) son increíblemente delgadas.

Incluso, la carrera de Schumer sirve como evidencia de la existencia de estos estándares. En su trabajo, muestra constantemente su inadecuación al ideal de belleza, siendo el punto cúlmine la magistral parodia de  “12 hombres en pugna” que hace en Inside Amy Schumer en la que el jurado debate sobre si tendrían sexo con ella o no. Si el aspecto físico de Amy Schumer estuviera verdaderamente normalizado en Hollywood, los chistes sobre eso no tendrían sentido.

Un documento publicado en Vulture que muestra cómo son descriptos los personajes femeninos en varias películas resulta útil para analizar la controversia que generó “Sexy por Accidente”. En el artículo se ve que ni quienes son retratadas como “personajes femeninos fuertes” zafan de la exigencia de tener el mismo aspecto que a las que hacen personajes de “chicas bobas”. Todas son descriptas como hermosas, jóvenes y pequeñas. Para dar un ejemplo, en “La chica del dragón tatuado” la protagonista Lisbeth Salander aparece como una chica “pequeña, pálida, de aspecto anoréxico y veintipocos años”. Como si fuera poco, estas mujeres tienen que ser ingenuas respecto a su aspecto, como la heroína de Brooklyn: “una chica de cara hermosa que no es consciente de ello”. Estas descripciones señalan otra mentira de “Sexy por Accidente”: que lo único que necesitan las mujeres para triunfar es una saludable dosis de confianza. Este nuevo mantra funciona como reflejo del mensaje corporativo alrededor del síndrome del impostor, proponiendo que es la falta de confianza en sí mismas lo que impide el éxito profesional de las mujeres y no la discriminación. De hecho, nuestro ideal cultural de mujer es hermosa y modesta.

¿Por qué, sin embargo, es tan difícil hablar sobre esto? Widdows tiene algunas teorías. Por ejemplo, las feministas no quieren aparecer como ortivas policías de uñas esculpidas. Además, esforzarse para alcanzar la belleza hegemónica es una elección racional en un mundo que la valora tanto, y convertir esa presión en algo divertido o elegido es una forma de resistencia.

Por otro lado, es algo muy doloroso. La cantidad de energía que gastamos diariamente en pensar acerca de nuestro aspecto es un desperdicio monumental. La acumulación de imágenes de cuerpos de famosas en nuestros historiales de navegación amerita meme de cero psiquiátrica. Aun cuando nos consideramos personas inteligentes, no encontramos cómo salir de esta lógica. La única manera de escapar de la sombra de nuestra versión ideal, parece ser, por ahora, pagar para que se vaya reventando la tarjeta en una perfumería o una clase de spinning.